martes, 22 de marzo de 2016

De la confesión a la redención.

Muchos de los Salmos los escribió David y en algunos de ellos noto que estaba paralizado por la culpa de su pasado. Sin embargo, en algún lugar a lo largo de su historia descubrió la libertad que viene después de la confesión.



David describió esta travesía en el Salmo 32, nos contó el viaje de la Confesión a la Redención: “Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados. 
Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño.” -- Salmo 32:1-2 (NVI)

Pero ¿porqué tenemos que confesar nuestros pecados?
David comienza diciendo que la confesión es para nuestro propio bien. A veces pensamos que la confesión es para el bien de Dios, para quedar bien con Él, como si nuestros pecados le molestaran y el confesarlos lo calmara un poco. Pero David dice: “¡No! La confesión es para ti”. Hay bendición detrás de la confesión, algo que Dios quiere darte, y esto es “Calidad de Vida”. Observa las otras bendiciones de las que David no habla, no habla de la bendición económica, o del poder, o de la reputación, que son las cosas que generalmente perseguimos. David está diciendo “No, estas cosas no nos pueden traer sanidad”. Vamos detrás de estas cosas como si pudieran sanarnos, pero no pueden. David dice, “El camino para encontrar bendición es ser perdonado”

David entendía que nuestro problema fundamental es espiritual y continua en el Salmo 32 diciendo:
Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día. Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí.” --Salmo 32:3-4 (NVI)

Parafraseando a David, él dice: “Cuando callo, cuando me escondo, cuando no hablo acerca del tema, cuando mantengo secretos, me siento morir por dentro, me remuerde la conciencia". Todos sabemos lo que se siente estar así, de una forma u otra tenemos cosas en nuestra vida las cuales guardamos en secreto. Cosas por las que nos sentimos avergonzados: Problemas familiares, hábitos compulsivos, adicciones, solo por decir algunos.

Quedarnos callados en esos momentos parece ser la mejor opción, lo más seguro, pero el silencio siempre trae más dolor y culpa, nos empieza a corroer el alma, el espíritu y siempre, siempre, siempre afecta otras partes de nuestra vida. Es increíble como muchos de nosotros estamos estancados en la rutina, vamos al trabajo, a la iglesia, salimos con amigos, ahorramos dinero. Semana tras semana pasamos la misma rutina sin que nadie se entere de que estamos muriendo por dentro. Nadie sabe que guardamos pecados secretos que nos mantienen atados y que nos impiden salir adelante, nadie lo sabe.
Nadie sabe, pero tu si y Dios también. Si continuamos con el Salmo 32 podemos ver cómo David se sacude el sentimiento de culpa:
“Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado.” -- Salmo 32:5 (NVI)

Parece muy fácil ¿no? Pero no hay ningún proceso o ritual para lograrlo, no se tiene que hacer algo especial, de hecho, la confesión no es hacer algo para quitar nuestro pecado, más bien, significa admitir que no podemos hacer nada para quitarlo.

Jesús se presentó a nosotros como el Gran Médico. Vino a los enfermos quienes luchaban con su pecado, no a las personas que fingían estar sanas. Si queremos ser sanados, necesitamos ser honestos con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Algunos de nosotros cargamos secretos que nos están matando por dentro; tal vez secretos en nuestro pasado, amargura, enojo, cuestiones financieras, trabajo o cualquier otra cosa. Pero si seguimos jugando el juego del secreto no podemos ser sanados ni seguir adelante. Como dice el Salmo 32, hasta que David enfrentó el problema de la culpa y el pecado en su vida pudo solucionar no solo los problemas inherentes a sus pecados, también pudo tener libertad y sabiduría para ser el Rey de Israel.

No podemos perdernos el final de la oración de confesión de David, no la termina con desesperación, ni con angustia, ni con desánimo, ni con dudas, la termina con gozo:
“Tú eres mi refugio; tú me protegerás del peligro y me rodearas con cánticos de liberación.” -- Salmo 32:7 (NVI)

Este es un canto de victoria porque David fue perdonado y liberado, este cántico también puede ser tu canto, porque si confiesas tus pecados, Dios es fiel y justo para perdonarlos y hacerte libre. Toda la culpa, la vergüenza y el sufrimiento que has estado cargando, posiblemente por años y años, puede desaparecer. Jesús vino a traerte esa libertad.

No hay ninguna historia que se parezca a la historia de la redención, y puede ser tu historia, permite que la tu historia de la redención se comience a escribir.


Bendiciones
Twitter: @SOCS_MX

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